Punto de silla

. 29 de enero de 2008
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El sol del atardecer;
la luna de la mañana.
El agua entre las rocas;
la brisa entre las ramas.

La ingenuidad;
la experiencia.
El susurro tímido;
la sonora carcajada.


Los caminos nunca se cruzan en la pradera,
siempre en laderas filosas de elevados precipicios.
Las veladas no encuentran motivos para la tranquilidad,
para el espacio.

Ellos caminan escondiéndose en sus sombras,
esperando que el mundo no sea tan malo hoy.
Ellas mostrando su fortaleza,
aunque aún le teman a la soledad.


Y yo, acá, mirándolos,
con mi sangre expandiéndose por el piso,
sin poder saber quién de ellos decidirá,
cuál de mi seguirá vivo hoy.





(Escape sorpresivo de ningún lado)



2 comentarios:

Mariana dijo...

Consejo: buscar el modo a través del cual los caminos comienzan a cruzarse en las praderas, vas a ver de cómodo que se siente y de tranquilo que caminás. Un beso.

Kaitos dijo...

Mariana: mmm pasa que en la vida uno camina por dónde puede. A veces tocan montañas, a veces valles...

Y los encuentros se dan donde uno está... Habria que intentar caminar mas por los llanos... o raptarnos y arrastrarnos a los valles si nos cruzamos en los riscos...
¡Epa! Eso puede andar...

Besos