Milano VI

. 25 de agosto de 2011
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Milano, garúa helada, gente triste... pretty much the same. Recorrimos el pintoresco barrio, entramos en algunos edificios para ver los estucados dorados, los hermosos y barrocos halls de entrada, las escaleras, los jardines con sus fuentes... de casi todos nos echaban en cuestión de segundos, pero seguíamos entrando y curioseando. Después de un rato y unas cuantas disculpas a los de seguridad, decidimos ir al museo de Leonardo, todo dedicado a la ciencia. Estaba justo del otro lado de la ciudad.

El museo era una genialidad. Incluso había un enorme submarino de verdad en medio del patio. Jugamos un rato con todas las atracciones interactivas, manejamos un par de robots y nos reímos bastante. Ya cerraba el museo y no nos queríamos ir, estábamos muy divertidos. Además, afuera nos esperaba más garúa helada, y un frío que se hacía notar. Al poco rato todo cambió, ella no estaba bien abrigada y la ropa húmeda la puso aún más incómoda. Nos despedimos después de un café, ella volvía para el centro, yo me iba a un recital.

El recital resultó ser un fiasco total. Lo único bueno eran los lásers. La música en sí era rara, pretendía ser moderna, algo interesante. El sonido era pésimo y la gente aburrida. Me quedé bastante desilusionado, y antes de que terminara me fui a un bar que parecía copado.

Aprendí después que en Milano, nada es copado per se. Si uno no le pone onda, no la esperes de los milaneses. ¡Que noche triste! Volví al hostel, Nacho estaba despierto. Charlamos un buen rato, intercambiamos celulares y nos despedimos. Mañana ya no lo vería. Milán no daba para más.

Esa mañana partí del hostel con mas esperanzas que de costumbre. Desde Milano estaba a un corto trayecto en tren a Voghera, donde los padres de Eze me esperaban para las fiestas. La idea original era estar cuatro días en esta ciudad triste y el mismo 24 viajar para el pueblo. Pero a estas alturas, quedarme en Milán no era una opción. Quería partir a toda costa, para terminar con la mala onda, la falta de sonrisas y ¡empezar a hablar un poco de italiano!

Salí junto a las colombianas, ellas iban a Venecia, era una buena idea viajar con ellas. Pero faltaba un día para la navidad, ¡no me podía alejar al otro lado del país! Cuando llegué a la estación, me despedí de las chicas y desplegué mi mapa de Italia.

Me puse a buscar y chequear los trenes. Un lugar interesante, que quede cercano a mi destino, un lugar distinto, quizá frente al mar... ¿Podría ser? Y en la estación anuncian un tren:

Génova Príncipe.


(...)