Desesperaron.
Probaron sus besos,
su pelo,
su cuerpo.
Las pieles erizadas,
húmedas,
sólo resecas en su esencia.
Luminosas barreras cayeron de sus manos,
ambas,
perdieron los valores,
y se perdieron.
Frenéticamente.
Colisiones extrañadas se produjeron,
incontables,
se permitieron.
El mundo estaba lejano,
nada podía resonarlos,
libres,
se expandían al infinito.
En ese clamor,
dejaron de existir las personas,
para ser sólo sexo.
Espantados por la imagen,
los cuadrados estallaron en llanto,
sin vergüenza alguna de mostrar sus copiosas lágrimas al mundo.
La lucha encarnizada de sus sexos sólo dejó ardidos perdedores.
Pero eso era sólo un cuento.
0 comentarios:
Publicar un comentario