Caía la noche raudamente sobre el mar de Génova. El murmullo de la gente que se movía por las antiguas callejuelas me despertó de mi trance. Las campanas ya no sonaban, era tarde. Me percaté de que en breve debería conseguir alojamiento y no me había fijado en ningún hostel.
La ciudad por la noche prometía ser un laberinto, las callecitas, pequeños pasadizos entre los antiquísimos edificios se cerraban en la oscuridad y el sonido de la lluvia era cada vez mas fuerte. El agua fría, de a momentos caía como a baldazos.
Caminé un rato tratando de encontrar los hoteles mas cercanos, los baratos semejaban mas a escondites secretos de alguna banda de piratas de la época. No encontré ninguno.
Empapado tomé coraje y entré decidido en un petit hotel, en el hall del recibidor, flores frescas, espejos y paragüero, definitivamente estaba fuera de mis pretensiones.
Me acerco al mostrador, y con una timidez apenas solapada con esfuerzo, saludo cortésmente y pregunto por un hostel. La conserje me saludó con una sonrisa cálida, y luego de un breve suspiro, me indicó que los hosteles se encontraban del otro lado de la ciudad, atravesando la estación de trenes. Y añadió "y lamentablemente no puedo recomendarte que hagas ese camino a estas horas, es muy peligroso".
Sonriendo por dentro, aprovecho esta nueva pieza de información para preguntarle por un hotel barato, "ninguno que pueda recomendarte" aclaró. Acto seguido me invitó a tomar una habitación, que obviamente excedía a mi presupuesto, me negué muy educadamente.
Se ofreció a hacerme un precio especial, por la habitación mas sencilla que tenía disponible. Le agradecí la deferencia, pero no podía aceptarle. Y así continuamos un rato hasta que en un momento previo a la irritación me dijo "este es un hotel de cuatro estrellas, las habitaciones tienen cable, ducha escocesa y contamos con desayuno continental, no puedo rebajárte mas allá de 30 euros!"
Y yo, con cara de asombro y una sonrisa de oreja a oreja le respondí, "¿30 euros, con el desayuno incluído? Entonces si!". Ambos nos reímos cómplicemente.
Génova a cada minuto me gustaba aún mas.