. 14 de mayo de 2012
0 comentarios

Como siempre, esto es un caleidoscopio, la difracción de la realidad, de una imagen de la realidad, vista desde ángulos distintos. En definitiva es ficción, porque la realidad nunca puede ser abordada desde un número finito de ángulos. Y entonces, hay un punto en que lo real y lo ficticio se emparentan. Y en mi mente terminan siendo una pareja de amantes, caminando de la mano, en un país lejano. Un país al que no pertenecen ni por nacimiento ni por crianza. Caminan juntos, porque nadie los conoce, nadie sabe quién es quién. Juntos porque se confunden y se mezclan. Y pasan a ser uno.

(...)

Rezo por vos

. 11 de mayo de 2012
0 comentarios

La indómita luz se hizo carne en mí 
y lo dejé todo por esta soledad. 
Y leo revistas en la tempestad 
hice el sacrificio 
abracé la cruz al amanecer. 
Rezo, rezo, rezo, rezo. 
Morí sin morir 
y me abracé al dolor 
y lo dejé todo por esta soledad 
ya se hizo de noche 
y ahora estoy aquí 
mi cuerpo se cae 
sólo veo la cruz al amanecer. 
Rezo, rezo, rezo, rezo por vos. 
Y curé mis heridas 
y me encendí de amor 
Y quemé las cortinas 
y me encendí de amor, 
de amor sagrado. 
Y entonces rezo. 


Autores: Charly García y Luis Alberto Spinetta

(...)

Apocalipsis

. 1 de mayo de 2012
1 comentarios

Hace diez días que no conseguimos juntar yerba para hacer un mate. La yerba que teníamos nos duró dos semanas. La secamos al sol varias veces, con un poco de azúcar, hasta que sólo era musgo y hongos. Hemos revisado todas las yerberas y estirado todos los paquetes, hasta sacar la última pizca que quedaba en sus pliegues. Lo último que encontramos fueron cuatro saquitos de mate cocido. Que fuera solo polvillo, ni un atisbo de hoja, no nos importaba. Lo disfrutamos como si fuera el mate más rico. 

Ya no sólo se extinguió de Buenos Aires, sino que tampoco se consigue en otras provincias. Hay quienes están intentado matear con otros yuyos, pero la mayoría han sido hospitalizados. En la otra cuadra, los hippies del centro cultural probaron con hojas de fresno. Murieron todos. A pesar del cuadro, la gente sigue intentando dar con alguna hoja de efecto similar. Don Alberto aseguraba que la lechuga seca, zafa. Pero no pudo soportar la descompostura. Murió deshidratado, que paradoja.

No habíamos previsto semejante tragedia. Pensábamos que los yanquis, con sus escondites bajo tierra, con sus provisiones para la guerra nuclear y esas forradas, eran unos exagerados. Hoy los entendemos. ¿Porqué no habremos stockeado unos kilos en la alacena? 

Por las calles se murmura que se están armando grupos guerrilleros para asaltar a los que se sospecha que esconden un kilo o dos. Todos te miran con recelo. Ayer tuve que mostrar dos veces mi bolso en el tren, vaciarlo, para que un grupo de terroristas viera que no llevaba yerba. Uno me afanó mis saquitos de té, por las dudas los hubiera rellenado. 

Buenos Aires está irreconocible. La gente, con los ojos inyectados en sangre, ya no sonríe, y va con los nervios a flor de piel. Todos sospechan de todos. El temor se huele en el aire. Esto es el acabóse.

(...)

Génova III

. 20 de marzo de 2012
0 comentarios


Caía la noche raudamente sobre el mar de Génova. El murmullo de la gente que se movía por las antiguas callejuelas me despertó de mi trance. Las campanas ya no sonaban, era tarde. Me percaté de que en breve debería conseguir alojamiento y no me había fijado en ningún hostel.
La ciudad por la noche prometía ser un laberinto, las callecitas, pequeños pasadizos entre los antiquísimos edificios se cerraban en la oscuridad y el sonido de la lluvia era cada vez mas fuerte. El agua fría, de a momentos caía como a baldazos.
Caminé un rato tratando de encontrar los hoteles mas cercanos, los baratos semejaban mas a escondites secretos de alguna banda de piratas de la época. No encontré ninguno.
Empapado tomé coraje y entré decidido en un petit hotel, en el hall del recibidor, flores frescas, espejos y paragüero, definitivamente estaba fuera de mis pretensiones.
Me acerco al mostrador, y con una timidez apenas solapada con esfuerzo, saludo cortésmente y pregunto por un hostel. La conserje me saludó con una sonrisa cálida, y luego de un breve suspiro, me indicó que los hosteles se encontraban del otro lado de la ciudad, atravesando la estación de trenes. Y añadió "y lamentablemente no puedo recomendarte que hagas ese camino a estas horas, es muy peligroso".
Sonriendo por dentro, aprovecho esta nueva pieza de información para preguntarle por un hotel barato, "ninguno que pueda recomendarte" aclaró. Acto seguido me invitó a tomar una habitación, que obviamente excedía a mi presupuesto, me negué muy educadamente.
Se ofreció a hacerme un precio especial, por la habitación mas sencilla que tenía disponible. Le agradecí la deferencia, pero no podía aceptarle. Y así continuamos un rato hasta que en un momento previo a la irritación me dijo "este es un hotel de cuatro estrellas, las habitaciones tienen cable, ducha escocesa y contamos con desayuno continental, no puedo rebajárte mas allá de 30 euros!"
Y yo, con cara de asombro y una sonrisa de oreja a oreja le respondí, "¿30 euros, con el desayuno incluído? Entonces si!". Ambos nos reímos cómplicemente.

Génova a cada minuto me gustaba aún mas.

(...)